Argentina ha puesto en marcha la primera fase de la reversión del Gasoducto Norte, permitiendo que el gas extraído de la formación de Vaca Muerta, en Neuquén, abastezca el norte del país. La inauguración, encabezada por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el ministro de Economía, Luis Caputo, marca un punto de inflexión para Argentina en términos energéticos, ya que se espera ahorrar hasta USD 1.000 millones anuales «Ya no vamos a hacer beneficencia con nadie, vamos a utilizar nuestro gas, que va a ser un tercio del valor del que veníamos importando» desde Bolivia, dijo.

Francos enfatizó la nueva política energética del gobierno argentino, señalando que ya no se continuará con la «beneficencia» de importar gas, dado que Vaca Muerta provee gas a un costo de aproximadamente un tercio del precio que Argentina pagaba a Bolivia. La decisión ha sido catalogada como un hito para la economía argentina, reduciendo la salida de divisas y aumentando la autosuficiencia energética.
Para Bolivia, la medida representa un fuerte golpe económico, ya que el mercado argentino ha sido uno de sus principales compradores de gas natural por décadas. La sustitución del gas boliviano por el argentino implica una reducción significativa en las exportaciones bolivianas y una pérdida de ingresos cruciales para el país. Además, este cambio podría impactar negativamente en la balanza comercial de Bolivia, que ya enfrenta desafíos en su sector energético.
El proyecto de reversión del Gasoducto Norte beneficia a provincias argentinas como Salta, Jujuy y Tucumán, que ahora recibirán gas directamente desde Vaca Muerta. Según Daniel González, secretario de Energía de Argentina, el gasoducto es «una obra compleja» y representa el compromiso de Argentina por utilizar sus propios recursos para cubrir las necesidades energéticas nacionales y reducir la dependencia de proveedores externos.
Esta nueva configuración en la política energética de Argentina subraya el papel central de Vaca Muerta en la estrategia económica del país y refuerza su intención de reducir la dependencia energética externa, priorizando el desarrollo de sus propias reservas naturales. La situación plantea un reto para Bolivia, que deberá buscar nuevas estrategias para mitigar el impacto de esta pérdida de ingresos.
Con información de El Tribuno