Alerta Bolivia
Tarija, 02 de febrero de 2025 – Rodrigo Paz Pereira, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, ha sido una figura recurrente en la política boliviana, consolidándose como un viejo político que busca ahora la presidencia del país. Su candidatura fue oficializada el 1 de febrero de 2025 en el Plan 3.000 de Santa Cruz, un acto cargado de simbolismo, intentando conectar con las bases populares y proyectarse como un líder nacional. Sin embargo, su trayectoria deja una estela de cuestionamientos difíciles de ignorar.

Con una vida política que abarca diversos cargos, desde diputado, concejal, alcalde de Tarija hasta senador nacional por Comunidad Ciudadana, Paz Pereira ha demostrado una capacidad para mantenerse en el escenario político, aunque no necesariamente por sus logros. Su gestión como alcalde de Tarija es recordada más por sus proyectos controvertidos que por avances significativos para la ciudad.
El «puente 4 de Julio», conocido popularmente como el «puente millonario», se erige como el símbolo de una administración que priorizó obras costosas de dudosa utilidad sobre necesidades urgentes de la población. A esto se suma el «mástil millonario», otra muestra del despilfarro, que reflejó una desconexión con la realidad económica de Tarija. El ambicioso proyecto de «Ciudad Inteligente» quedó como una promesa incumplida, evidenciando la brecha entre la retórica modernizadora y la falta de resultados tangibles.
El desafío para Paz Pereira no radica solo en conquistar votos, sino en convencer a un electorado cada vez más crítico y cansado de promesas vacías. Su historial político será su mayor carga, pues representa una política anclada en viejas prácticas, donde la grandilocuencia de los proyectos no se tradujo en mejoras concretas para la ciudadanía.
En este nuevo intento por alcanzar el poder, Paz deberá enfrentar no solo a sus adversarios políticos, sino a su propio legado. La pregunta que queda es: ¿puede un viejo político con un historial de gestiones cuestionadas ofrecer una Bolivia diferente? La respuesta está en manos de un pueblo que, más que discursos, exige resultados concretos y un compromiso real con el desarrollo del país.