Tarija: la paciencia de un pueblo que escucha promesas cada 15 de abril

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Alerta Bolivia  

Tarija, 16 de abril de 2025 – Cada año, el calendario nacional marca el 15 de abril como un día de celebración para el departamento de Tarija. Y cada año, con una puntualidad que rosa la estrategia política, llegan también los discursos oficiales cargados de anuncios grandilocuentes, promesas reiteradas y compromisos que, en muchos casos, se arrastran desde aniversarios pasados.

El Gobierno central, encabezado por el presidente Luis Arce Catacora, no es ajeno a esta práctica. Con cada efeméride, revive el ritual de la promesa. Una promesa que se ofrece con palabras solemnes y aplausos orquestados, pero que pocas veces termina transformándose en resultados palpables para la población tarijeña.

En esta lógica, Tarija parece vivir atrapada en un bucle de expectativas y desilusiones. Se promete desarrollo, se promete integración, se promete atención. Y sin embargo, el clamor ciudadano sigue siendo el mismo: ¿cuándo se cumplirán realmente esas promesas? ¿Cuándo dejará de ser Tarija el escenario de una puesta escena en política y pasará a ser un verdadero territorio de acción y cumplimiento?

El problema de fondo no es únicamente la falta de obras —aunque también duele—, sino el desgaste profundo de la palabra del Estado. Cada promesa incumplida debilita la confianza ciudadana y alimenta la percepción de que los compromisos asumidos en discursos públicos no son más que parte de un libreto repetido, sin voluntad real de ejecución.

En tiempos donde la institucionalidad democrática enfrenta desafíos crecientes, la credibilidad del Gobierno se convierte en un bien escaso. Y en Tarija, esa credibilidad ya está en entredicho. La población, atenta y cada vez más crítica, empieza a preguntarse si las palabras del presidente durante los aniversarios departamentales no son más que un ejercicio de retórica vacía, una postal para la ocasión.

Este aniversario número 208 no fue la excepción. Hubo actos, hubo discursos, hubo promesas. Pero la gran pregunta sigue sin respuesta: ¿serán distintas esta vez? ¿O estamos, una vez más, frente a un gobierno de anuncios, no de hechos?

Tarija no necesita más promesas, necesita cumplimiento. Y ya no se trata solo de obras, sino del respeto a la palabra empeñada. Porque cuando un Gobierno se acostumbra a prometer sin cumplir, también se acostumbra a gobernar sin rendir cuentas.


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