“Guerra sucia digital: cuando el miedo a perder el poder fabrica mentiras”

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Alerta Bolivia  

Tarija, 24 de abril de 2025 – En tiempos donde la política se libra más en redes sociales que en las urnas, la guerra sucia se ha convertido en la herramienta predilecta de quienes no tienen propuestas, pero sí mucho que perder.

Gobierno Autónomo Municipal de Tarija

La reciente declaración del alcalde de Tarija y jefe nacional del MNR, Johnny Torres, tocó un nervio sensible en la política boliviana: la reconquista de un electorado que históricamente fue del MNR y que, por años, fue seducido por promesas del Movimiento al Socialismo (MAS). Gente humilde, del área rural, trabajadora, que creyó en un cambio que nunca llegó. O peor aún, que llegó solo para dejarlos más empobrecidos.

Torres lo dijo claro y sin titubeos:

El MNR nunca en la vida va a postular a quienes destruyeron la patria: ni Morales, ni Arce, ni Andrónico, ni a ninguno de ellos.”

Esa frase no solo fue una posición política: fue una declaración de guerra… pero no la que uno esperaría en democracia. Porque en lugar de abrir un debate sobre modelos de país, se desató una ofensiva en redes que buscó una vez más destruir reputaciones con mentiras, videos manipulados y documentos falsos.

Lo que siguió fue el libreto clásico del manual de la guerra sucia digital: páginas truchas, cuentas sin rostro, bots compartiendo desinformación al por mayor. Todo con un solo fin: instalar una falsa narrativa de que el MNR apoyaría la candidatura de Evo Morales. Un absurdo que no resiste el menor análisis, pero que en redes, donde la verdad importa menos que la viralidad, puede ser mortal.

¿Por qué tanto escándalo por una declaración que apela a la memoria histórica del MNR? Porque reconocer que ese electorado humilde alguna vez creyó en el MNR —y podría volver a hacerlo— asusta. Porque toca la fibra del relato del MAS, que por años se vendió como el único canal de representación del pueblo. Y porque demuestra que la oposición también puede conectar con las bases populares si decide dejar de pelear entre sí y mirar hacia abajo, donde está la verdadera Bolivia.

La guerra sucia no es nueva. Pero hoy, con la velocidad de las redes, es más peligrosa que nunca. Ya no se necesita un aparato estatal ni un canal de televisión para destruir una reputación: basta con una imagen editada, un video recortado y un ejército de perfiles falsos.

Y el daño es doble: no solo se enlodan nombres, también se empobrece la política. Se entierra el debate de ideas bajo toneladas de odio, se desalienta al votante informado, y se perpetúa el cinismo. La lógica es simple: si todos están sucios, nadie sirve. Entonces, ¿para qué votar?

Johnny Torres no solo se defendió, también reafirmó que el MNR irá con candidatura propia. Pero lo más relevante es que dejó en evidencia cómo algunos actores políticos prefieren fabricar fantasmas antes que revisar sus propias fallas.

Este episodio es una alerta. No solo para el MNR, sino para todo el país. Si seguimos permitiendo que las mentiras gobiernen el debate público, pronto no quedará nada por rescatar: ni verdad, ni democracia, ni esperanza.

Porque cuando la política se hace con fango, no hay pueblo que salga limpio.


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