Alerta Bolivia
Tarija, 30 de abril de 2025 – En San Lorenzo, se talaron más más de 90 árboles. Pinos de más de cuatro décadas, que acompañaron silenciosos el crecimiento de un pueblo, fueron derribados en cuestión de horas. Y con ellos, cayó también una parte del alma de la comunidad.
El hecho, ejecutado sin una socialización clara ni visible autorización técnica, ha dejado mucho más que un terreno vacío: ha dejado preguntas, indignación y una profunda herida ecológica que difícilmente se sanará con excusas.
El alcalde Asunción Ramos, representante de ese partido que suele hablar en nombre del “pueblo”, justificó la acción apelando al riesgo que representaban los árboles. Pero gobernar no es decidir en soledad. Gobernar es consultar, escuchar, explicar y, sobre todo, respetar. Cuando se actúa de espaldas a la gente, se traiciona no solo la confianza, sino el mandato recibido.
¿Era necesario talar tantos árboles? ¿No había otra alternativa? ¿Dónde quedaron las voces del barrio, las ideas técnicas, las propuestas de manejo responsable? Nada de eso fue visible. Solo la imagen de los troncos cortados, como testigos mudos de un modelo de gestión que sigue confundiendo autoridad con autoritarismo.
Este no es solo un tema ambiental. Es una señal de alarma sobre cómo se toman decisiones públicas sin sensibilidad ni transparencia. Porque cada árbol talado sin justificación no solo daña el paisaje; también erosiona la democracia, debilita el tejido comunitario y nos aleja del compromiso real con la sostenibilidad.
Los pueblos pequeños merecen políticas grandes. Y cortar árboles centenarios para resolver problemas de forma inmediata y sin diálogo no es grandeza: es pobreza institucional.
Hoy San Lorenzo llora sus árboles, pero también exige algo más profundo: que sus autoridades recuerden que la naturaleza no es un obstáculo al desarrollo, sino su base. Que cortar no sea la primera opción. Y que gobernar no sea mandar, sino servir.